"Si
Einstein entrara a un salón donde se celebra una reunión y se lo
presentaran a usted como el señor Einstein de quien usted no tenía
ninguna noticia, quedaría fascinado por el brillo de sus ojos, por su
recato y delicadeza, por su delicioso sentido del humor, por el hecho de
que puede convertir una trivialidad en sabiduría, y porque todo lo que
pudiera decir sería el producto de su propia mente, no influido por el
griterío del mundo exterior. Uno siente que se encuentra frente a un
hombre que piensa por sí mismo. Ha ejercido su influencia sobre millones
de personas, pero, en un sentido más profundo, nadie puede influir
sobre él".
L. INFELD
L. INFELD
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